Manzana Jesuítica. Ciudad de Santa Fe
Introducción
En este paseo vas a conocer detalles de la impronta de la compañía de Jesús en nuestra ciudad, Te vamos a contar sobre un milagro y detalles de la estadía del papa Francisco y de la visita de Jorge Luis Borges.
Queremos darte la bienvenida a la manzana jesuítica de Santa Fe. Un enclave histórico donde se entrelazan el pasado y el presente de nuestra ciudad.
Los Jesuitas, cómo se los conoce, realizaron su labor evangelizadora presente en las misiones jesuíticas de todo el mundo, incluyendo nuestro país, donde se distinguen las misiones ubicadas en la provincia de Misiones, las conocidas ruinas de San Ignacio, varias de ellas declaradas Patrimonio de la humanidad. Aquí en Santa Fe siguieron esa tradición y dejaron su marca en la historia y la cultura local.
Llegaron a Santa Fe La Vieja en 1558. El primer asentamiento de la ciudad fue fundado por Juan de Garay, a 80 kilómetros al norte de este lugar. Los primeros sacerdotes que llegaron al lugar estaban de paso, pero con el tiempo fueron instalándose en la ciudad y buscando su rol en la sociedad. En la antigua ciudad, los sacerdotes jesuitas se dedicaron a enseñar a niños españoles y criollos y a evangelizar en el cristianismo a los aborígenes. A medida que los criollos conocían más sobre el trabajo de la compañía de Jesús, sus métodos de evangelización y la labor educativa que realizaban se sintieron más a gusto con su presencia. Después de tres meses pidieron formalmente al Cabildo que haya una presencia permanente de jesuitas en Santa Fe.
Al poco tiempo llegan el padre Francisco del Valle y el hermano Juan de Zigordia, la ciudad. Fueron ellos los encargados de fundar cimientos de la primera escuela en las dos manzanas principales que el Cabildo había otorgado a la compañía. Los vecinos colaboraron con los trabajos y muy pronto en el colegio, Los jesuitas comenzaron a enseñar lecciones de aritmética, lectura y escritura.
Con el correr de los años esta austera pero firme escuela se transformó en un lugar de referencia para los habitantes de la región y de países limítrofes. Cuando se tomó la decisión de mudar la ciudad, debido a las constantes crecidas del río, y a los enfrentamientos con los pueblos originarios, los jesuitas fueron parte de los trabajos de traslado que llevaron diez años.
Para comenzar el recorrido, te invitamos a dirigirte a la puerta que da ingreso al patio de los naranjos. Cuando llegues a ese lugar, pasa a la siguiente vista!
Nos encontramos en el patio de los naranjos. Patio principal. Corazón del colegio Inmaculada Concepción. El patio de los naranjos alberga recuerdos históricos. Y desde sus inicios se constituyó en un centro social y político reconocido en toda la ciudad. Acá vemos sus tradicionales naranjos, custodian el centenario Lapacho. Repasemos algunos de los hechos históricos importantes que tienen como escenario ese patio.
Santa Fe es cuna de la constitución nacional de 1853. Muchos de los constituyentes que participaron de su redacción se hospedaron en este colegio precisamente en las habitaciones que se encontraban en el primer piso de la actual sala Garay. Luego de arduas jornadas de trabajo, los delegados de las distintas jurisdicciones disfrutaban del tiempo bajo la sombra de los árboles de este patio.
También, bajo la sombra de estos árboles, un protagonista de la historia reciente pasó sus tardes. A mediados de la década del sesenta llega al colegio de la Inmaculada Concepción, un joven miembro de la orden a cumplir con su etapa de formación como maestrillo. Venía de Buenos Aires y tenía 28 años, era Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco. Es en este mismo patio de los naranjos, donde el maestrillo se sentaba a hablar con sus alumnos. Construyendo lazos afectivos más profundos que la sola relación profesor alumno. Lazos que se estrecharon con el tiempo y que lo llevó a llamar a sus alumnos de manera cariñosa, como mis preferidos o mis discípulos.
Sigamos con el recorrido. Caminemos por la galería que está a la derecha hacia el Santuario de Nuestra Señora de los Milagros. En este pasillo podemos ver las placas recordatorias de los exalumnos. En ellas hay nombres relevantes como el del general Salteño Martín Miguel de Güemes, y el de Agustín Zapatagoyán, descubridor de las ruinas de Santa Fe La Vieja, entre otros.
Seguimos caminando y llegamos a la puerta del Santuario. Presta atención a los detalles finamente tallados. En el centro está el escudo de la compañía de Jesús. Preparate para entrar y pasa a la siguiente vista.
Estamos en el Santuario Nuestra Señora de los Milagros. Lugar que encierra una historia precisamente milagrosa, pero primero prestemos atención a los detalles del lugar. En uno de los laterales se pueden observar los confesionarios de madera que fueron tallados por Guaraníes, bajo la tutela de los sacerdotes jesuitas en las misiones. Son una valiosa muestra del arte Jesuita Guaraní.
En la cabecera de la nave de la derecha, la que va rumbo al altar, se observa la pintura de Santa Teresita de Jesús, que fue realizada por la primera artista plástica con firma que tuvo nuestra ciudad, Sor Josefa Díaz y Cluzellas, a quien se considera además pionera en Latinoamérica.
La construcción original de este templo es de 1660. Fue diseñado según la tradición española. En Cruz Latina, compuesta con una nave central y dos capillas laterales con sus respectivos altares. El altar mayor es el altar principal del templo, cuya estructura recubre toda la pared del fondo del santuario. En el altar mayor se puede observar la imagen de una virgen. La misma está protegida por un hermoso y amplio marco de madera, con el estilo Jesuítico Guaraní de las misiones. Esta pintura esconde una interesante historia de nuestra Santa Fe Colonial. Se trata de la imagen de la pura y limpia concepción, pintada por el hermano Luis Berger, en 1634. A pedido de los Jesuitas. Quienes deseaban tener una imagen propia para la veneración. Esta es una de las piezas de arte pictórico más antiguas y, por lo tanto, más valiosas del territorio argentino.
¿Conocemos su historia milagrosa?
Todas las mañanas al finalizar la celebración, el sacerdote Pedro Olgueta oraba arrodillado frente al cuadro, pero ese nueve de mayo de 1636 lo sorprendieron gotas que caían del lienzo, creyendo que era humedad del ambiente, condensada en la pintura, se acercó y descubrió que de la mitad de la imagen para arriba la pintura estaba seca, pero hacia abajo corrían hilos de agua, resultante de una gran cantidad de gotas emanadas en forma de sudor. Siguió recorriendo con la vista hacia abajo y comprobó que el caudal, ya estaba mojando los manteles del altar y el piso. Al ver el asombro del sacerdote, varias personas que aún permanecían en la iglesia se acercaron y vieron lo que estaba sucediendo.
Enseguida comenzaron a empapar el agua en algodones y lienzos. Mientras el número de fieles y curiosos crecía junto a la sorpresa de todos. Las campanas de la iglesia no paraban de repicar para anunciar a todo el pueblo el milagro, también se acercaron autoridades. El vicario, subido en un banco, tocó la tela del cuadro con sus dedos para contener los hilos de agua, pero siguieron emanando evitando el contacto con la mano. Esto continuó por algo más de una hora, con el correr de los días, a los algodones que habían absorbido el sudor del cuadro, se le atribuyeron numerosas curaciones entre los pobladores que tuvieron contacto con ellos. Actualmente se conserva el acta original que narra el suceso milagroso junto con los algodones. Estos últimos se exhiben todos los años para la fiesta de la virgen.
El cuadro causó gran impacto en el año 1964, al joven Bergoglio, al llegar a nuestra ciudad. Los relatos sobre el milagro acontecido en Santa Fe La Vieja lo estimularon para indagar en ella, y de este modo acrecentaron su devoción. Por esta imagen, que con el tiempo se transformó en la patrona de la orden jesuítica en Argentina y Uruguay. En una de las cartas que escribe a un miembro de la compañía en 2014, el papa Francisco admite que, desde su estadía en Santa Fe, imagen de la Virgen de los Milagros, representada en una estampa, lo acompañó en los distintos momentos de su vida, y que actualmente lo protege desde su habitación en Santa Marta. Donde la llevó en marzo del 2013 para que lo acompañara en la elección que lo convirtió en sumo pontífice.
Volviendo a la recorrida del Santuario, desde la puerta principal de ingreso al templo se ve empotrado en una de las columnas a la derecha, el antiguo púlpito de la Capilla. Es una plataforma elevada que permitía al sacerdote dirigir los rezos y leer las lecturas de manera tal que todas las personas pudieran oírlo. También fue labrado en madera por los aborígenes de la misión jesuítica de Loreto.
Además, en el lugar pueden contemplarse otras dos pinturas importantes. Por un lado, una obra que fue realizada por el artista italiano Juan Chingolani, quien se radicó en nuestra ciudad a principios del siglo veinte, y fue uno de los maestros de las artes visuales santafesinas. Ese lienzo representa el momento en que se produjo el milagro y se observa al padre Elgueta en el centro de la escena, comunicando y mostrando el prodigio a los pobladores que están presentes. La otra es una pintura que conmemora la coronación de la Virgen de los Milagros. El nueve de mayo de mil novecientos treinta y seis. El acontecimiento fue de tanta relevancia para todos los habitantes de Santa Fe, y en especial para los practicantes del catolicismo, que se celebró en el balcón de la casa de gobierno, tal como puede observarse en el cuadro.
Para finalizar el recorrido, puedes salir del Santuario por la misma puerta por la que ingresaste. Te invitamos a que atravieses el patio de los naranjos y llegues al patio del sagrado corazón. Cuando estés ahí, pasa a la siguiente vista.
Nos encontramos en el patio del sagrado corazón de Jesús. Años atrás, este espacio era el patio de clausura, sitio al que solo podían ingresar los sacerdotes que estaban viviendo en el colegio. En esta época de pautas más estrictas, el alumnado tenía prohibido el ingreso a este lugar. Por ello, A diferencia de otros ámbitos del colegio dominados por el bullicio de los jóvenes alumnos, aquí reinaba el silencio y la calma. Este lugar era un auténtico refugio para el alma, la armonía del jardín, el canto de los pájaros, la dulzura del de la fuente y la amorosa escultura del corazón de Jesús hacían el arco propicio para que los sacerdotes profundizaran su búsqueda espiritual. Afianzaran su fe en el camino de la orden jesuítica y forjaran vínculos con sus compañeros.
Desde este patio se puede acceder a la sala Furlong. Se llama así en honor al reconocido historiador Jesuita, Guillermo Furlong, quien dedicó gran parte de su vida al estudio y al sobre la historia del colegio. Su obra refleja lo acontecido desde 1610, ofreciendo un recorrido cronológico de lo acontecido en la institución. Entremos a la sala.
Este sitio era el antiguo comedor de los Jesuitas santafesinos, donde se compartían el pan y la palabra. Los almuerzos y las cenas reconstituyentes para el cuerpo eran oportunos también para alimentar el intelecto y la fe. Este espacio se aprovechaba con lecturas aleccionadoras sobre vidas de santos, sobre la propia compañía de Jesús o sobre literatura clásica. Para favorecer este espacio de participación grupal, las largas mesas se disponían en forma de U, para que todos pudieran escuchar y ver a quién desde el atril realizaba las lecturas. Además, el ofrecer los alimentos se constituye en una forma de incentivar la vocación de servicio de los miembros de la compañía, ya que eran ellos mismos los que los preparaban y ofrecían a sus compañeros.
Ahora sigamos camino hacia la Capilla Domestica, por el corredor de la izquierda. Cuando llegues, pasa a la siguiente vista.
La Capilla Domestica es un ámbito íntimo. Ideal para que los sacerdotes profundicen en su fe y su espiritualidad en diálogo con Dios. San Ignacio de Loyola fundó la Compañía de Jesús en 1534. La severidad de su vida como soldado se imprime en esta nueva empresa, la de "Soldados de Dios", y da el carácter especial a la Compañía.
Este es un lugar muy sencillo, caracterizado por la austeridad de las líneas puras y la ausencia de detalles decorativos, que invitan a la meditación y a la oración profunda. Se pueden observar a ambos lados los vitrales que representan a los hombres que colaboraron en la construcción de la Compañía de Jesús. Estos sirvieron como modelos para todos los jesuitas que se encontraban en aquella época, preparándose para su función de futuros sacerdotes.
Cuando termines de disfrutar de la paz de este espacio, te invitamos a seguir el recorrido. Salí de la Capilla, dobla a tu derecha y toma las escaleras. Al llegar al primer piso y continuar por la galería, encontrarás el final de la biblioteca. Cuando llegues ahí, pasa a la siguiente vista.
Estamos en la biblioteca del colegio. Durante muchos años, fue la única y la más importante de la ciudad de Santa Fe. Albergaba volúmenes que datan del año 1700, libros tan antiguos que su encuadernación estaba hecha en piel y cuero. Para enmarcar su importancia, cabe mencionar que San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, consideraba un pilar fundante de su compañía la formación intelectual de sus miembros.
Durante su estadía en Santa Fe, Jorge Bergoglio se encargó del cuidado y funcionamiento de la biblioteca. Su labor de bibliotecario se complementaba con la de docente. Como subdirector de la academia de literatura del colegio, enseñaba literatura a los estudiantes que optaban por esta especialidad. Sus enseñanzas eran de una literatura viva, abierta y participativa, donde sus propios alumnos se convertían en escritores. Tanto es así que una de sus tareas más reconocidas fue la publicación del libro "Cuentos Originales". El libro reunió los cuentos escritos por sus estudiantes de la academia.
Siendo un apasionado de la literatura y con el objetivo de estimular la formación de sus alumnos, Jorge Bergoglio organizaba cursos en el colegio. Uno de los más recordados fue cuando invitó a otro Jorge, en este caso, un exponente de la literatura argentina: Jorge Luis Borges. Los estudiantes, entusiasmados con su propia obra "Cuentos Originales", se la presentaron al ilustre escritor. Borges, considerando la excelencia de esa recopilación de cuentos, generosamente se ofreció a escribir el prólogo del libro. Puedes ver una foto en la que Jorge Bergoglio y Jorge Luis Borges se saludan en este mismo edificio. El tercer hombre en la imagen es Jorge González Manent, quien también estudiaba en este colegio.
Cuando termines con la biblioteca, te proponemos recorrer el pasillo hasta la próxima escalera. Sube al segundo piso y dirígete hacia la derecha, hasta que llegues a lo que fue la habitación de Jorge Mario Bergoglio en su paso por el colegio. Cuando llegues, pasa a la siguiente vista.
Estamos frente al aula, que en su época de maestrillo fue la habitación de Jorge Bergoglio. En la entrada, podemos observar una foto que documenta el encuentro entre Carlos Minati y el Papa.
Hoy, esta antigua habitación sirve para los alumnos, pero en aquella época se asemejaba en su simpleza a la Capilla Domestica. Era pequeña, ventilada, de techos altos y con un mínimo de mobiliario. Aquí dormía Bergoglio. Pero probablemente, en esa época no soñaba que algún día iba a ser elegido como la máxima autoridad de toda la Iglesia Católica.
¿Sabías que Bergoglio nunca más cambió su domicilio luego de su paso por Santa Fe? Según consta en el Padrón electoral nacional, el Papa Francisco, si quisiera votar, debería hacerlo en la escuela San Francisco, que está a dos cuadras del colegio. De todas maneras, según los registros, no ha ido a votar en más de cincuenta años.
Cuando termines de contemplar el lugar, salí de la habitación. Dirígete hacia la izquierda y sube por la escalera que se encuentra al final del pasillo. El último tramo de escalera te conducirá hasta una pequeña puerta de madera y vidrio, que debes cruzar para encontrar la terraza del colegio. Cuando llegues, pasa a la próxima vista.
Estamos en el Observatorio Astronómico del Colegio. Dentro de la sala, se puede observar uno de los elementos más característicos de este ámbito: la decoración de sus paredes, que se pintaron con jeroglíficos para simular el interior de una pirámide egipcia, como un modo de homenajear a una de las civilizaciones de la antigüedad, pionera en el estudio de la astronomía y la meteorología. Conozcamos un poco de su historia.
El Observatorio se inauguró luego del regreso de los Jesuitas al continente en la segunda mitad del siglo diecinueve, ya que habían sido expulsados en el año 1767. La vuelta se dio en 1862, año en el que reabrió el colegio bajo la advocación de la Concepción Inmaculada de Nuestra Señora. Manuel Freixes, profesor de física y rector, al inaugurar el curso de 1870, manifestó que al colegio le hacía falta un Observatorio Meteorológico, que sería de los primeros en la República. En 1873, el Observatorio había incorporado un Telescopio Refractor Alemán, termómetros y una esfera terrestre y celeste. Este es uno de los espacios que albergó los avances en materia tecnológica y científica que los jesuitas trajeron consigo desde Europa en su regreso a nuestras tierras.
En la sala, se pueden observar los antiguos dispositivos utilizados en el Observatorio, como objetos de medición resguardados en las vitrinas y objetos didácticos en las plataformas de colores rojo, azul y amarillo. Entre los objetos se encuentran el telescopio de bronce, el globo estelar y el simulador de órbita. En la vitrina están los libros de registro, donde se asentaban diariamente las mediciones realizadas. Estos libros fueron consultados para investigar antecedentes históricos de inundaciones, lluvias y otros fenómenos climáticos que afectan esta zona.
El Observatorio tuvo una gran influencia a nivel local y nacional, ya que se incorporó a la red del Servicio Meteorológico Nacional. Desde aquí se enviaban diariamente por medio de telegramas todas las mediciones de viento, temperatura, presión atmosférica, nubosidad, precipitaciones y toda la información necesaria para establecer el clima y el tiempo de la región. Uno de los servicios más importantes que brindó el Observatorio fue el de anunciar la hora oficial cuando esta información no estaba al alcance de la mano, lo que significó un notable beneficio para los vecinos.
Hacia 1903, el gobierno nacional incorporó este Observatorio a la Red Meteorológica Argentina, y en 1950 se integró al Servicio Meteorológico Nacional. Las tareas meteorológicas continuaron hasta que fueron decayendo en la década del sesenta debido a la situación política imperante en el país.
Cuando termines de disfrutar del patrimonio exhibido en la sala de Observatorio, dirígete a la puerta que se encuentra al norte. Allí vas a ingresar a la sala de exposición Clase Ignaciana, Academias y Gabinetes. Cuando lo hagas, pasa a la siguiente vista.
Estamos en la sala de exposición Clase Ignaciana, Academias y Gabinetes. Aquí podrás aprender aún más sobre la historia del colegio y su rico patrimonio histórico, religioso y cultural, que no solo es local, sino también regional y nacional. En esta sala encontrarás numerosos objetos que fueron testigos de eventos cotidianos que contribuyeron a la historia de la Compañía de Jesús de Santa Fe.
El museo, la iglesia, el patio de los naranjos y el de clausura conformaron el núcleo más significativo del antiguo colegio. En 1981, el rector Luis de Maussion propuso a la Asociación de Exalumnos la creación del museo del colegio en las antiguas aulas detrás de la sacristía. El objetivo era preservar, mostrar y difundir la obra evangelizadora y educativa de la Compañía de Jesús en la comunidad santafesina. El museo se inauguró el 14 de agosto de 1982, conmemorando los 120 años de la reinstalación de los Jesuitas en Santa Fe y la reapertura del colegio.
La colección de la sala de exposición muestra el desarrollo progresivo de una formación científica experimental en línea con la pedagogía ignaciana y los principios positivistas del siglo XX. Las numerosas piezas didácticas, instrumentos de laboratorio y aparatos de medición exhibidos fueron adquiridos por el colegio en Europa a partir de 1870 en adelante. Estas piezas enfatizan la enseñanza teórica y práctica de las Ciencias Naturales, la física, la química y la astronomía, que tienen una larga tradición entre los jesuitas santafesinos. Las fotografías muestran a los alumnos guiados por docentes jesuitas que estudiaban las características de gases, fluidos y metales, y llevaban a cabo experimentos químicos. En el área de las Ciencias Naturales, destacaron las investigaciones sobre flora, fauna y minerales de la región.
En otras salas, se exhiben elementos sagrados como custodios, cálices, misales, ornamentos litúrgicos, relicarios, imaginería y más. También se muestran instrumentos y objetos pertenecientes a los antiguos gabinetes de física y química, que fueron utilizados durante años por los alumnos para llevar a cabo experimentos pioneros en su tipo.
Debido a su valor histórico, simbólico y patrimonial, el Museo del Colegio de la Inmaculada Concepción fue declarado Monumento Histórico Provincial en 1994 y Monumento Histórico Nacional en el año 2000.
Aquí finaliza este recorrido.
Te animamos a continuar tu exploración y descubrir más acerca de Santa Fe Capital a través de nuestros paseos turísticos. Disfruta de pasear por nuestras calles y ser parte de nuestra rica historia.