Paseo del Puerto Turismo en la Ciudad de Santa Fe

paseo del puerto

Introducción

Te invitamos a conocer el Paseo del Puerto, un recorrido que nuclea la tradición portuaria de la ciudad, barrios costeros y de pescadores, pujanza y progreso de la ciudad. Va a ser, sin dudas, un camino de contrastes entre el desarrollo de Santa Fe capital y la naturaleza ribereña.

La historia de Santa Fe de la Vera Cruz fue, en sus inicios, la historia del puerto. Desde su fundación, la ciudad fue pensada para abrir puertas a la tierra, para hacer enlace entre los virreinatos del Alto Perú, Paraguay y el Atlántico gracias a su posición estratégica. Es así que Santa Fe es considerada la ciudad puerto más antigua del país. Desde el 15 de noviembre de 1573, cuando Juan de Garay funda Santa Fe, el puerto comienza a brindar servicios de comercio y comunicaciones a toda el área de influencia del río Paraná y del río de La Plata.

Con el paso del tiempo y con la reubicación de la ciudad, el puerto sufrió múltiples modificaciones y fluctuaciones en los volúmenes de carga. En 1662, se lo denominó "Puerto Preciso". Esto obligaba a todas las naves que bajaban navegando por el Paraná a realizar escala y registrarse en Santa Fe. Esta nominación colaboró para la expansión y el crecimiento urbano y económico de lo que en ese entonces era un pequeño poblado. Este beneficio desapareció con el desarrollo del Virreinato del Río de la Plata, pero el precario puerto continuó funcionando para el transporte de naranjas, sandías y zapallos, desde Rincón, o cargas menores con rumbo a Paraná.

El puerto fue durante gran parte de la historia de la ciudad el corazón que le dio vida y promovió su crecimiento, y son muchas las historias que tienen como escenario esta zona. El paseo comienza en la Plaza Colón o el Palomar, como le decimos todos en la ciudad.

Mucho antes de que este espacio se llenara de aves y se convirtiera en una postal de la infancia para muchos santafesinos, estos terrenos eran parte del entorno del puerto. Antes de que la expansión de la ciudad definiera también ganarle terreno al agua. Desde este lugar se podía ver el río. Siempre como pasa todavía, este fue un lugar de paseo para las vecinas y los vecinos de la ciudad, y un atractivo para quienes nos visitaron desde otros lugares. Con el paso de los años, fue cambiando de nombre. Fue Paseo de la Alameda, Paseo de las Ondinas, y plazoleta o Paseo del Puerto. Pero en 1900 el concejo municipal le impone el nombre del Paseo Colón, en homenaje a Cristóbal Colón, el navegante italiano, que inició la colonización de América.

Antes de las modificaciones que se ven en actualidad, este lugar se destacaba por la forestación de un gran cinturón costero, que se guía por lo que ahora son las avenidas. Rivadavia y Leandro N. Alem. Cuando se inauguró el nuevo puerto de Ultramar, en 1911, se definió la realización de obras de toda esta zona, y eso incluyó la plaza. En ese momento comenzó a darse la configuración actual de los senderos y el arbolado. El diseño también incluyó un anfiteatro. Casi dos décadas después, en 1939, se incorpora el Palomar y la fuente que le darían la impronta definitiva a este espacio. Así se convirtió en un paseo casi obligado con niñas y niños para sacarse la tradicional foto, alimentando a las palomas.

Si ya terminaste de recorrer la plaza y sacar fotos, sigamos con el recorrido y con la historia del puerto. Para eso te invitamos a caminar hasta la esquina de avenida Rivadavia y La Rioja. Ahí vas a ver el edificio de la aduana.

El edificio que vemos es aún hoy la sede de la aduana en Santa Fe. Pero no siempre esta institución, que fue central en el desarrollo económico de la ciudad, estuvo en este lugar.

La vieja aduana funcionó durante mucho tiempo, en los terrenos que hoy pertenecen a la Legislatura Provincial. Originalmente, esa construcción era propiedad de don Prudencio María Castañudú, quien fue Teniente Gobernador de Santa Fe. En 1793, la vendió al gobierno para la tesorería, la aduana y la administración. En el siglo diecinueve se decidió demoler el edificio debido al deterioro que presentaban las instalaciones y el predio se transformó en la Plaza Pringles. El 20 de octubre de 1911, el consejo municipal dicta la ordenanza número 1,184, por la cual destinó ese predio a la construcción del actual Palacio Legislativo.

Casi treinta años antes de eso, la aduana se relocalizó en las inmediaciones del área más activa del puerto. La instalación de la Aduana y la construcción del muelle para el Ferrocarril Santa Fe, convirtieron a La Rioja en la calle por excelencia para el comercio de Ultramar. Esta zona fue estratégica para el control y la concentración del comercio. El barrio del Puerto fue constituyéndose en el centro simbólico de la ciudad, y aún hoy funciona de esa manera, aunque ya no sobre esta esquina puntualmente.

El edificio actual de la aduana se construyó entre los años 1927 y 1929, y se inauguró el 29 de enero de 1930. Allí funcionó la sede del Ministerio de Hacienda de la Nación en Santa Fe, la Aduana y la Dirección General Impositiva de Santa Fe. El día de su inauguración vino el inspector de rentas de la nación, señor José Luis Silva Lezama, y dijo: "El adelanto experimentado por esta aduana y el aumento progresivo alcanzado en todas sus actividades, que se viene produciendo desde hace varios años en esta rica y fecunda provincia, ha hecho necesario dotarla de un edificio que es el que hoy inauguramos, adecuado no solo a sus necesidades, sino también al ambiente moral y material de la sociedad santafesina."

Sigamos con el recorrido. Toma la calle La Rioja hacia el este, hacia el puerto. A pocos metros vas a encontrar la tienda de Ultramar, nuestra próxima parada.

Estamos frente a uno de los comercios más antiguos y característicos de Santa Fe Capital: la tienda de Ultramar. Desde el 1 de diciembre de 1924, la tienda Ultramar permanece en el mismo local en el que fue fundada. En el interior del terreno se encontraba la casa de familia de don Simón Spiler, dueño del comercio.

Simón Spiler estaba casado y tenía cinco hijos. Este fue desde sus inicios un negocio familiar, que se mantuvo con el trabajo dedicado de toda la familia Spíler. La tienda abría de lunes a domingos. Como estaba a metros del puerto, Spiler se dedicó a comercializar vestimenta e insumos para los empleados portuarios y para los marineros. Era común que quienes llegaban en las embarcaciones quisieran pasear por la ciudad y degustar los platos típicos. En el camino del centro comercial, la tienda de Ultramar era una parada casi obligada para aprovisionarse de las prendas y los insumos que les hicieran falta.

Las anécdotas de quienes pasaron por el puerto casi siempre incluyen a esta tienda y a la familia Spíler. Como la vez que en la madrugada un grupo de marineros empapados golpeó para pedir que les vendan mudas de ropa, porque su barco se había hundido y habían perdido todo. Otra de las historias interesantes de este lugar la recuerdan muchos vecinos. En la década del cincuenta hubo una gran explosión en el puerto. Unos tanques con combustible se incendiaron y los bomberos definieron la rápida evacuación de cuatro cuadras a la redonda. Cuando le dieron la indicación de abandonar su casa y su negocio, Simón Spiler decidió tomar algunas pertenencias y abrir todas las canillas del inmueble. Sacó a su familia y buscaron refugio en la casa de unos familiares hasta que fue seguro volver. Todavía muchas personas recuerdan el contraste de las llamas en el puerto y la pequeña inundación en la calle La Rioja.

Silvia, nuera de Simón Spíler, fundador del negocio, nos cuenta más sobre la historia del lugar. "La tienda Ultramar nació en el corazón del barrio del Puerto, donde llegaban barcos de gran calado. A sus tripulantes marineros, changarines, se les vendía sus productos. La tienda data de 1924, cuando Simón Spiler y Eva Rasmichub, inmigrantes llegaron a Santa Fe solo con el deseo de poder trabajar. Y así lo hicieron con esfuerzo y lucha. Los empleados que ingresaban trabajaban por años hasta jubilación, convirtiéndose en parte de la familia. La tienda se llama Ultramar debido a la cercanía con el puerto. Allí las puertas se abrían sin horario reglamentario, solo a pedido del cliente. La vivienda estaba a continuación del negocio y allí nacieron los hijos, desde pequeños iban colaborando en las ventas y así continuó de generación en generación. Hoy con la de uno de sus nietos y sus progenitores, fueron incorporando nuevos rumbos y proyectos adaptándose a las demandas y necesidades de la época. En fechas para recordar, la familia se rendía con sus hijos, que disfrutaban del negocio jugando a los comerciantes y a las escondidas."

Si ya has terminado de apreciar el lugar, te invitamos a caminar unos metros más sobre la misma mano. Cuando llegues a la esquina con calle San Luis pasa a la siguiente parada de nuestro recorrido.

En esta esquina se encuentra la antigua casa familiar de la primera pintora latinoamericana confirmada, Sor Josefa Díaz y Cruzellas. Josefa Díaz y Cruzellas nació el trece de abril de mil ochocientos cincuenta y dos en esta ciudad y murió el veinticuatro de septiembre de mil novecientos diecisiete en Villa del Rosario, Córdoba. Sus obras tienen reconocimiento internacional, y en Santa Fe, el Museo Municipal de Artes Visuales lleva su nombre. La artista se dedicó en particular a la pintura costumbrista y es considerada una intuitiva creadora de obras sorprendentes para su época. Mucho de su tiempo lo pasaba en la terraza de este edificio, contemplando el paisaje portuario y pintándolo.

Hay que tener en cuenta que en ese tiempo, desde este lugar, se divisaba el agua y las embarcaciones. Lamentablemente, muchas de sus obras se perdieron, o quienes las tienen desconocen que son de Díaz y Cruzellas porque no firmaban todos sus cuadros. Una de las obras por la que recibió mayor reconocimiento es justamente el paisaje que ella contempló desde la azotea de su casa y que pintó en una tela de grandes proporciones al que llamó "Paisaje Fluvial con sus Barcas y sus Gentes". Lamentablemente, la obra no se ha encontrado aún, pero hay registros que la marcan como su obra maestra.

Si bien el pintor italiano Héctor Facino le dio las primeras herramientas en el mundo del arte, Sor Josefa fue esencialmente autodidacta. Entre las obras que se le reconocen están las series de los reyes de Israel de la Iglesia del Carmen en la ciudad de Santa Fe. Con solo diecinueve años, recibió una medalla de oro como homenaje de la Honorable Asamblea de Representantes de Santa Fe por su aporte como artista de la ciudad. Hoy esa distinción puede verse en el Museo Provincial de Bellas Artes "Rosa Galisteo de Rodríguez".

Fue la primera artista americana en firmar algunas de sus obras, y eso también habla de su autoconciencia como artista. Sin embargo, muchas de sus producciones no llevan firma, y eso hace que su obra esté dispersa en las casas de familias santafesinas."

Cuando termines de contemplar la casa y el entorno, te invitamos a cruzar nuevamente la Plaza Colón y dirigirte al Parque Alberdi para cruzar por el puente peatonal hasta la zona del puerto de Santa Fe. Disfruta de la vista desde el puente y detente cuando llegues al edificio del Ente Portuario

Luego de varios intentos fallidos, en mil novecientos cuatro, se firma el contrato con la empresa Dirks, Dates para la construcción del nuevo puerto de Ultramar de Santa Fe, colocándose la piedra fundamental. Pero la crecida extraordinaria del Río Paraná en mil novecientos cinco detuvo la obra y, a causa de ella, se replanteó la cuota del terreno portuario elevándose aún más de lo proyectado originalmente.

Desde su comienzo, la ciudad de Santa Fe se nutrió y manifestó a partir de la presencia dominante del agua. En su objetivo fundacional, la ciudad vio en su puerto la causal justificadora de su existencia, y posteriormente lo percibió como un instrumento potencial de su desarrollo. La comprensión de esta circunstancia es decisiva para explicar la construcción de un puerto de Ultramar en un sitio que no disponía de condiciones naturales para esa función. El más septentrional del país, a seiscientos veinticinco kilómetros de la salida al mar y a tres cuadras de la calle principal de la ciudad. Cuando las colonias agrícolas comenzaron a mandar sus producciones en carretas, llegaban hasta el paso del Salado, en Santo Tomé. Desde allí, eran trasbordadas en barcas de pequeño calado, que navegaban por el Riacho Santa Fe hasta el atracadero de Colastiné. En los períodos de bajante, el nivel del agua impedía a los vapores de gran tonelaje el acceso al muelle, dificultando aún más las operaciones de carga y descarga. La sociedad santafesina, acosada por el régimen irregular del Río Paraná, alimentó el deseo de disponer de un puerto de Ultramar más seguro y cercano, y proyectaron la construcción de un puerto en la ciudad. En julio de mil novecientos cuatro se firmó el proyecto y días después el contrato entre el Ministerio de Obras Públicas de la Nación y el Gobierno de Santa Fe. El primero de enero de mil novecientos once dieron comienzo las actividades portuarias que alcanzaron su pico máximo de movimiento en mil novecientos veintinueve.

Esta dinámica se reflejó en la ciudad en tan solo treinta y seis años: se duplicó su población, expandiendo la cuadrícula urbana, creando nuevos barrios y cambiando su fisonomía. Una de las obras más importantes fue la construcción del canal de acceso de seis kilómetros de longitud, que comunicaba el cauce central del Río Paraná con la ciudad y el canal de derivación sobre el Riacho Santa Fe. Con la apertura de estos dos canales se definió una defensa hidráulica con un aumento del nivel del terreno, y de esta manera apareció Alto Verde. La línea natural de agua se desplazó y se ganaron terrenos al río, creando un nuevo espacio con relleno en la zona de la actual calle Rivadavia. Este relleno se consolidó con un adoquinado de piedras graníticas, que aún puede verse en la calle La Rioja entre Belgrano y Rivadavia, y en San Luis, entre La Rioja y Avenida Alem. No obstante, esos no fueron los únicos terrenos ganados al río, ya que a su vez se requirió el relleno de amplios espacios para la construcción de instalaciones portuarias: muelles, silos, galpones, oficinas, almacenes, atracaderos, entre otros. Con estas necesidades, se tragó el lecho del río para dar mayor capacidad y holgura de movimiento a las naves. Se instalaron grúas, sistemas de transmisión, rieles y otros dispositivos ferroviarios, así como servicios esenciales como luz, agua y telégrafo. En mil novecientos diez, el puerto de Santa Fe se habilitó al tráfico marítimo y al año siguiente, el primero de enero, atracó el primer buque de Ultramar. Con su llegada se produjo el cierre definitivo del puerto de Colastiné. En mil novecientos noventa y tres se creó el Ente Administrador del Puerto con el fin de revitalizar la actividad que había decaído desde mil novecientos setenta.

En este mismo edificio funciona el Museo del Puerto que fue inaugurado en dos mil nueve como un espacio para recuperar la historia portuaria del pasado, presente y futuro. La colección integra el polo turístico del puerto junto al casino, servicios hoteleros y el shopping la ribera.

Como decíamos, el museo está ubicado en la cabecera del dique uno donde sobresale la torre reloj esa torre característica y ese reloj lleva más de cien años marcando el ritmo de la actividad portuaria. La exposición ofrece un verdadero recorrido por la historia portuaria que suma al paseo general la relación puerto ciudad que es una característica natural y cultural para las y los santafesinos. Además, el polo turístico del puerto está compuesto por un hotel, emprendimientos gastronómicos, casino y centro comercial. En dos mil ocho, de la mano de inversión pública y privada, se realiza una zona portuaria con nuevos emprendimientos, donde se encuentran Como decíamos, el hotel los hilos, que combina la belleza arquitectónica de los antiguos hilos portuarios reciclados y el confort de sus modernas instalaciones. Asimismo, Allí se instaló el casino Santa Fe.

En el lugar también funciona por un lado el Centro de Convenciones Los Maderos. Salón especialmente diseñado y acondicionado para congresos seminarios convenciones y exposiciones con capacidad para mil personas por otra parte se incluyó la ribera shopping un centro comercial de más de cuarenta y siete mil metros cuadrados que además de comercios tiene un complejo de cine patio de comidas y un centro cultural cuando termines de recorrer la zona de tomarte algunas fotos con uno de los paisajes tradicionales de la ciudad, te invitamos a que tomes calle, doctor Farías, es la de la esquina este del edificio del ente Portuario. Hacia el norte, hasta calle Francisco Miguens, ahí vas a doblar a la derecha y continuará hasta la rotonda. En la rotonda vas a tomar calle primero de enero hasta llegar al molino marconetti.

Tené en cuenta que durante el camino vas a ver un hermoso paisaje portuario junto a edificios muy modernos que albergan propuestas comerciales y gastronómicas además de oficinas

Estamos en el Dique Dos del Puerto de Santa Fe, frente al Molino Marconetti, un espacio lleno de historia. Aquí, según los registros, en mil novecientos treinta y seis, se llegaron a producir unas seis mil seiscientas bolsas diarias de harina. Hoy es la sede de varias de las escuelas del Liceo Municipal Antonio Fuentes del Arco. El viejo Molino Marconetti debe su nombre a don José Marconetti, proveniente de Piamonte, Italia. Don José se dedicó primero al comercio y la fabricación de carros en localidades de los departamentos Las Colonias y Castellanos. Luego, cuando ya era un próspero comerciante, se asoció con José Boglioni y Bartolomé Minetti. Juntos fundaron en Santa Clara, en mil ochocientos ochenta y ocho, el primer Molino Harinero de la región, Molino Marconetti, Boglione y Compañía.

La instalación de redes ferroviarias que acompañaban el proceso de crecimiento de la región permitió dar origen a una de las industrias más importantes para el desarrollo y progreso de la economía local. Su crecimiento les permitió, en mil novecientos veintiuno, la construcción en la capital provincial del Molino Harinero más importante de la época, que en este nuevo lugar se llamó Marconetti e Hijos. En el dos mil ocho, el espacio reabrió sus puertas. Desde dos mil once, es sede del Centro de Artes Circenses y Urbanas de Santa Fe, y de las escuelas de Danza, Música y Diseño y Artes Visuales del Liceo Municipal Antonio Fuentes del Arco.

Ahora te invitamos a volver por Primero de Enero hasta la rotonda. Cuando estés ahí, toma la calle Doctor Farías y, en la primera esquina, dobla sobre la calle Ángela Vigetti hacia el este. Sigue caminando hasta que encuentres el río.

Tras caminar por el puerto, te vamos a contar la historia de un barrio que surge gracias al traslado de la terminal portuaria, Alto Verde. Como ya te contamos, en mil novecientos cuatro se inició la construcción del nuevo puerto de Ultra Mar de Santa Fe. Para lo cual se ejecutaron obras que modificaron el paisaje natural de la zona, debido a que se rectificaron partes del cauce del Riacho Santa Fe. Se ganaron terrenos anegadizos en la margen oeste, y se ejecutó un canal de derivación que confluye con el del acceso desde el río Paraná. Tras las modificaciones en la construcción, se crea una franja costera de siete kilómetros de largo por cincuenta metros de ancho.

En ese tiempo, se designa a Ángel Casanello para dirigir el nuevo puerto de Santa Fe, un italiano que había llegado varios años antes a santa fe y había trabajado siempre en la actividad portuaria. Una de las tantas acciones que encaró Casanello desde ese puesto, fue autorizar a los trabajadores portuarios, provenientes de Colastine, a instalar sus viviendas en ese terraplén construido para resguardar a la ciudad de las crecientes del río. Él le encargó a Protasio Luis Servín, que distribuyera entre las familias, lotes de quince metros de ancho por cincuenta de largo. Así fue como comenzó la historia del barrio de trabajadores portuarios.

Cuando se habla de los antecedentes barrio, sería la de quienes despejaron el monte con hacha y machete para construir un terraplén que protegiera de las crecientes del río al puerto de Ultramar que se estaba construyendo, jamás se imaginaron lo trascendental, que sería su trabajo, ni mucho menos que al poco tiempo aquella franja de tierra se convertiría en un barrio de la ciudad. El nuevo puerto creció y era tanta la demanda de trabajadores que rápidamente se produce en colastine el éxodo de los portuarios. Que al cerrarse definitivamente aquel viejo puerto fueron a poblar ese terraplén alrededor de seiscientas personas.

En lo que respecta al nombre del barrio, se debe a la inspiración de Potasio Servín. Cuentan que en una recorrida y tras una consulta de las autoridades, sobre cómo se podía denominar a ese paraje, respondió de forma espontánea el nombre de alto verde. La idea de este correntino surgió de las propias condiciones que ofrecía paisaje, por su altura, en cuyo marco ya floraban los Sauces y Saibos. Así nació el nombre del barrio Costero que comenzó al otorgando a los trabajadores portuarios, quienes todos los días cruzaban el riacho en canoas, porque no contaban con otros medios. Ni existía aún el puente Palito.

¿Sabía que en este lugar vivió en su infancia Horacio Guaraní? El cantautor reconocido a nivel nacional en la música folklórica. Siempre recordó en sus canciones su querida Santa Fe y su querido barrio Altoverde.

Estamos en un lugar con un paisaje privilegiado. Un paseo que se recuperó para las y los santafesinos en 2019. El Paseo del Puerto es una obra que tiene una extensión de trescientos metros, y está ubicada de manera que recorre gran parte del espacio. Estamos sobre la calle Rosaura Schweiser. Y el recorrido que plantea para ser caminando en bicicleta o en cualquier otro vehículo, se extiende entre las calles Ángela Vigetti y Gabriela Ulua.

El recorrido recupera un sector del puerto de Santa Fe, que estuvo abandonado durante muchos años, para el disfrute de vecinos y visitantes. Estamos en un verdadero balcón al río. Como pueden ver, hay un sendero peatonal, que incluye baldosas para personas ciegas o con disminución visual. Una bicicenda, áreas de esparcimiento y una plazoleta. Este fue un espacio pensado para la recreación y la conexión de la ciudad con el puerto, el río y la naturaleza. Un balcón al río que permite recuperar la unión con lo que dio origen a la ciudad, el agua y su actividad portuaria.

Estás viendo el Riacho Santa Fe, parte del río Paraná. ¿Sabías que el Paraná es el sexto río de llanura más importante del mundo? tiene un caudal de dieciséis mil metros cúbicos por segundo, es decir, un volumen equivalente a más de seis piletas olímpicas cada segundo. El Paraná se caracteriza por ocupar una gran planicie que se inunda parcial o totalmente en las crecidas, y le dan al litoral su paisaje característico.

Se lo clasifica como río aluvial, porque transporta en su caudal sedimentos, tanto por arrastre como suspendidos en el agua, que transforman constantemente su propia morfología generando bancos e islas. Para ajustar sus mayores o menores caudales, el río modifica su ancho, avanzando sobre las márgenes santafesinas que ofrecen menos resistencia y son más fáciles de erosionar que las barrancas entrerrianas. Este río se encuentra dividido en tramo alto, medio, curso inferior y Delta del Paraná.

El tramo medio comprende unos setecientos veintidós kilómetros. Desde la confluencia con el río Paraguay, por el norte, hasta la ciudad de Diamante, en el sur, donde comienza el predelta. Al unirse con el Paraguay, el curso del río vira bruscamente hacia el sur, a lo largo de una falla geológica ocupada por el ancho valle de inundación. Convirtiéndose en un río de llanura con gran cantidad de meandros, islas fluviales y bancos de arena. El río, entonces, se vuelve de curso lento. Sobre un lecho limoso y sus aguas transportan gran cantidad de sedimentos convenientes de las estribaciones andinas fuertemente erosionadas por los ríos Bermejo, Pilcomayo, y sus tributarios.

Ahora te invitamos a que sigas disfrutando de este paisaje único.

Hasta aquí llegamos con el recorrido por el paseo del puerto.
Te invitamos a seguir conociendo más de Santa Fe Capital a través de las demás paseos. Recorre nuestras calles y sé parte de nuestra historia.